Instalación para exposición performance.
Tolentino Hats para Elena Benarroch.
África e Iberia, hasta la llegada de Hércules, estuvieron unidas. Hoy, sus colinas son las columnas horadadas del semidiós que, mitad hombre, se atrevió a separar en dos la misma tierra. ETNIA no solo representa la unión de dos pueblos a través de la cultura, de sus ritos ancestrales, de sus luchas internas, sino también la unión de dos continentes, de dos regiones separadas geográficamente miles de kilómetros pero unidas por lo vivo y lo inerte que comparten: la orografía del terreno, la vegetación, la historia del hombre y sus tradiciones, fruto todo de una misma tierra desgarrada.
Y de esta Madre Tierra, Diosa a la que han venerado todos los pueblos a lo largo de la historia, deidad ultrajada, violada y humillada por sus propios vástagos y que a pesar de ello sigue amamantándolos por el simple hecho de haber nacido de sus entrañas, de esta filosofía, también surge el Paisaje ETNIA, que representa el potencial de revitalizar y sanar el paisaje destruido a lo largo de los siglos por la mano del hombre y el valor y la fuerza de la cultura de un pueblo.
Sobre el horizonte una nube de polvo va arrasándolo todo, la tierra tiembla como un tambor ritual. ETNIA no solamente es el soporte donde apoyar las piezas de la colección. En esta intervención, una vez más, el paisaje representa la unión de sus significados y de sus convulsiones. Al entrar, después de que se haya asentado la nube de polvo y se hayan acallado los cánticos, el visitante contemplará Ruanda, la tierra de las mil colinas, reflejada en la orografía y las especies vegetales de Extremadura. Fran Cisneros crea así, fruto de esa unión antepasada y casi mítica, el Paisaje «Etnia».
FRAN CISNEROS